Una de las maneras de reducir el
mantenimiento de un jardín es bajar la incidencia de enfermedades y plagas en
las plantas. Para ello debemos mantener nuestras zonas verdes sanas aportando
con periodicidad los suplementos de nutrientes necesarios y aplicando productos
preventivos para todo tipo de patologías. Pero no todo está en los aportes,
repasemos algunos puntos clave.
Debemos estudiar las orientaciones de nuestro
espacio y conocer los recorridos del sol para tener muy claro dónde ubicaremos
las plantas de sol, las de sombra y las de semisombra. En ocasiones, una mala orientación
no matará a la planta pero la predispondrá a sufrir enfermedades. Éste pudiera
ser el caso del Evónimo (foto de portada) , tan comúnmente
utilizado en los setos de los jardines públicos. Este arbusto no tolera bien la
sombra y los tramos que reciben poco sol acaban generalmente invadidos por el
hongo Oidio.
Ejemplo de romero enfermo por estar ubicado en sombra.
Si una planta es propensa a enfermar debemos
ser prudentes con la cantidad de ejemplares que utilicemos en nuestros diseños.
Por ejemplo, sería arriesgado confiar todo un seto a la Pyracantha, pues de padecer el ataque del fuego bacteriano podría
extenderse a través del conjunto y arruinar toda la barrera.
Los encharcamientos pueden ser también motivo
de patologías, por lo que nunca debemos descuidar las evacuaciones de aguas de
nuestro jardín. Aunque conlleven cierta realización de obras y generen costes,
es fundamental organizar una buena red de drenaje al inicio del montaje de un espacio
verde.
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