Estamos muy habituados a la utilización de las vigas de madera en los diseños de parques y jardines. En muchas ocasiones, estas vigas provienen de la reutilización de las antiguas traviesas de ferrocarril, muy apreciadas por su condición de piezas envejecidas de un alto valor ornamental. Lo que muchos desconocen son los riesgos que conlleva la utilización de estas traviesas, que en su día fueron tratadas con una sustancia llamada creosota.
Ejemplo de utilización de traviesas de ferrocarril en la vía pública. En este caso, la ubicación es correcta, pues se encuentran en un área restringida a la afluencia de público. Cuestión aparte es la ejecución del montaje, con ausencia total de traba entre las piezas, con la consecuente merma de resistencia al empuje de las raíces y la pérdida de encanto en la componente visual.
La
creosota proviene de la mezcla de varias sustancias químicas que se originan al
quemar el carbón. Su aplicación sobre la madera consigue proteger a ésta de
insectos, hongos y bacterias, así como de los ataques de las propias
condiciones climatológicas. El problema está en que la creosota tiene efectos
muy negativos sobre la salud de las personas. En concreto, la Orden PRE/2666/2002, de 25 de octubre, por
la que se modifica el anexo I del Real Decreto 1406/1989, de 10 de noviembre,
por el que se imponen limitaciones a la comercialización y al uso de ciertas
sustancias y preparados peligrosos, dice textualmente: “Los conocimientos científicos y técnicos actuales han demostrado que
la creosota tiene un poder carcinogénico muy superior al que se le venía
atribuyendo con anterioridad. Se ha demostrado la posibilidad de presentar
riesgo de cáncer para las personas expuestas a determinadas concentraciones de
venzo(a) pireno.”
¿Significa
entonces que está prohibida la venta de las vigas de madera impregnadas de esta
sustancia?. La respuesta es no, no está prohibida la comercialización pero sí
está restringido el uso según se especifica:
- En el interior de edificios, cualquiera que sea su finalidad.
- En juguetes.
- En terrenos de juego.
- En parques, jardines e instalaciones recreativas y de ocio al aire
libre en los que exista el riesgo de contacto frecuente con la piel.
- En la fabricación de muebles de jardín, como mesas de acampada.
- Para la fabricación y uso de cualquier retratamiento de:
Contenedores para cultivos.
Envases que puedan estar en contacto con
materias primas, productos intermedios o productos acabados destinados al
consumo humano o animal.
Otros materiales que puedan contaminar los
productos anteriormente mencionados.
Atendiendo
a lo expuesto, podemos deducir que se podrían utilizar este tipo de vigas para
la jardinería en tanto queden alejadas del tránsito de personas y no supongan
un riesgo de “contacto frecuente” con la piel. ¿Sabemos pues cuánto es
“contacto frecuente”?. Mi consejo ante esta información es que no utilicemos
este tipo de vigas en nuestros diseños, existen alternativas.
La
alternativa es la que se ha denominado “ecotraviesa”; vigas fabricadas a día de
hoy, con diferentes grados de tratamientos de envejecimiento y tintes que ponen
a nuestro alcance una gama de productos idóneos para el diseño de jardines pero
sin riesgos para la salud. Las antiguas vigas de ferrocarril son de roble
mientras que podemos encontrar ecotraviesas tanto de madera de roble como de
pino, siendo más habitual ésta última.
Sobre
las ecotraviesas y su puesta en obra os hablaré en otro artículo de manera más
extensa.
Espero
que este artículo te haya sido de utilidad y que, si te ha parecido interesante, me ayudes a difundirlo compartiendo el post.
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